Digital Playground sorprendió el año pasado con un rodaje que prometía artes marciales y sexo ligero de manos de James Jakodema. Finalmente, la película se estrenó y reveló la realidad: un look llamativo lleno de colores para enmarcar unas cuantas escenas de sexo decepcionante en un filme con una trama sin sentido.

Lo que nos muestra es a un grupo de cinco chicas recluidas en un extraño centro en el que están siendo instruidas en baile para un espectáculo ante gente influyente. En él, verán a sus enemigos del pasado (o de su propia mente) y veremos como se enfrentaron a ellos y acabaron follando.

Lo dicho, nada muy coherente que, sin embargo, podría haber llevado a algo realmente atractivo si se hubiera trabajado de otra forma. Y es que la parte argumental (breve y pobre) se hace larga y aburrida y el resto sólo son unas pequeñas escenas de peleas con artes marciales seguidas de una escena sexual.

Dakota Sky pega cuatro golpes a Derrick Pierce sobre un muro; Katerina Kay y Veronica Rodríguez se enfrentan a dos ninjas a los que derriban fácilmente; Lucy Tyler pelea con bastones contra un maestro de pelo cano; y Alina Li (la más sexy del reparto junto a Dakota) protagoniza la mejor pelea de todas contra Giovanni Francesco, ésta bien rodada y con mucho mejor resultado que las anteriores.

Todas estas peleas preceden a unas escenas sexuales que pretenden ganar más al espectador por las pelucas de colores y los escenarios vistosos que por un buen sexo. Y es que son las cuatro muy parecidas y sin nada a destacar, escenas estándar totalmente olvidables.

Dakota Sky, muy atractiva durante toda la película, parece que va a salvar el espectáculo al final con una escena con Tommy Pistol que tampoco resulta nada espectacular, aunque sirve de preámbulo de la venganza de las chicas y el cierre de la película.

Al final, resulta que la actriz que me llamaba menos la atención, Eva Karrera, la maestra de baile, tiene la escena más potente, follando antes de todo el espectáculo de lucha ante la mirada de Tommy Gunn. Nada espectacular, pero al menos distinta al resto en una película prescindible que, para más inri, duras dos horas y cuarto.