Hace tiempo que Brad Armstrong no es el gran director del porn valley al que todos alababan y sobre el que recaían todos los premios de forma merecida. Su última gran película fue 'Speed', en 2010, y tampoco era todo lo que se esperaba de ella. Aunque lo volvió a intentar con 'Countdown', en 2012, sólo ha logrado grandes resultados y éxito con las parodias 'Rocki Whore Picture Show' y 'Men in Black'. Pero Brad está decidido a volver a ser el gran director que fue y este año ha querido intentarlo con 'Underworld', buscando revivir el espíritu de 'Dream Quest', pero con menor presupuesto y una estrella menos deslumbrante que hace 14 años. Y no le ha salido del todo mal, la verdad.

'Underworld' es un drama romántico con tintes paranormales y surrealistas. Sí, tal cual. Tanya (Jessika Drake) y Brian (Steven St. Croix) bajan tranquilamente al párking cuando son atracados por dos enmascarados que acaban disparando a Tanya a quemarropa. Durante la operación a vida o muerte, bajo la influencia de la anestesia y las manos de los cirujanos, Tanya descenderá al inframundo, un lugar extraño y misterioso donde unos extraños personajes la guiarán hasta el final de su camino.

Uno de los grandes valores de la película es que logra ser un auténtico filme argumental pese a contar con mimbres que parecen diseñados para hacer un vignette de ambientes. Armstrong lo logra uniendo con sentido argumental el inframundo y el mundo real, creando personajes interesantes e impactantes y trabajando con mucha naturalidad el mundo real y con una puesta en escena muy teatral el purgatorio. Brad utiliza una gran nave con cortinas negras y escenografía mínima, pero efectiva, aunque con algunos exteriores que dan al inframundo otra dimensión. Un inframundo ambientado también con una banda sonora envolvente y, en muchas ocasiones, agobiante e inquietante.

La película entremezcla las escenas en el inframundo con las escenas en el quirófano (porque de hecho todo tiene continuidad) y con escenas de la larga y desesperante espera del marido. Y es que todo lo que le pasa 'allí abajo' es un reflejo de su situación en la mesa de operaciones: sus guías son un zancudo con cuchillas en las manos cuando le clavan el bisturí, una cyborg mientras las máquinas la ayudan a seguir con vida o una dama roja y pasional que le insufla vida a medida que pierde sangre. Y Armstrong logra que, pese a que el sexo es la parte principal del inframundo (paga con carne la ayuda en su camino), las escenas que allí suceden sean interesantes e importantes en la trama.

Pero sí, allí abajo tenemos mucho sexo y con buen resultado. Y es que 'arriba' tenemos dos escenas sexuales bastante rutinarias entre St. Croix y Drake y entre Armstrong y Presley Hart. Pero la cosa empieza a cobrar interés al bajar al 'underworld', donde la primera que nos muestran es una bizarra felación entre una Julia Ann sin extremidades inferiores convertida en un cyborg y un Xander Corvus zancudo, excéntrico y con cuchillas en las manos. Sí, como si Cronenberg se la chupara a Burton.

Pero la protagonista es Drake, y por eso no tarda en encontrar pareja; bueno, dobles parejas. Y es que ella y Asa Akira juegan con  TJ Cummings y Eric Masterson con anal para las dos y doble penetración para la rubia en una escena bien rodada, pese a la sobriedad, y con una escenografía de un rojo intenso simbolizando la sangre perdida por la protagonista tras el disparo.

La cosa no decae, y de hecho coge bastante luz, cuando aparecen en escena tres guerreros bárbaros que guían a Drake por el desierto para después montarse un trío en el que Tommy Gunn disfruta de unas agradecidas Adrianna Luna y Cameron Dee en exteriores. Y en una escena aún más cálida y prístina, Drake tiene un lésbico bastante jugoso con dildos de cristal con Capri Cavanni, acróbata de aereal silk 'en honor' a las vendas.

En otra escena imaginativa, Drake va a parar a una sala llena de puntadas de hilo en la pared, que la atan a ésta, y donde una inquietante Asphixia Noir, con tatuajes a juego con la pared, realza el valor de los puntos de sutura para montarse un trío, después, con Drake y Toni Ribas en el que ninguna de las dos se libra del anal (ni quieren), pero donde la pálida chica alt se lleva la mejor parte.

El último paso, como era de esperar, es una parca interpretada por Derrick Pierce en una escena (con anal, por supuesto, cuando Drake se pone a ello nunca tiene bastante) que desaprovecha totalmente la oportunidad de aportar un toque BDSM a la parte sexual del filme. Y es que la parte sexual es satisfactoria en lo carnal y original en lo ambiental, pero debería haber jugado más con los fetiches sexuales aprovechando los roles de cada personaje.

Pese a todo lo dicho, que sé que es bueno, porque la película tiene muchos valores positivos (entre ellos, que sorprende para bien), no es una obra de las que pasan a la historia (aunque sí de las que ganan premios). Y es que si algo le falta es ese alma que hace a una película trascendente, perdurable, única. No lo tiene pese a los esfuerzos de Armstrong; pero, aún así, se trata de una película muy recomendable que se cuela entre lo mejor de esta temporada.