El debut en la dirección de Shaun Costello (con el pseudónimo de Helmuth Richler, uno de tantos que utilizó siendo el más habitual el de Warren Evans) es una enfermiza producción de los pervertidos Avon Studios que narra el delirio de un veterano del Vietnam, acosado por recuerdos de su paso por la guerra, que entra en casas de chicas para humillarlas, violarlas y asesinarlas.

Dicho así suena a una película dura, pero calificarla así sería un eufemismo. Y es que muchos directores de los primeros setenta, de los inicios del cine X, no tenían como primer y único objetivo excitar al espectador, sino provocar, hacer un producto contracultural en el que expresarse y romper tabúes, y el cine X les brindaba un circuito al margen de las películas comerciales para hacerlo. Zebedy Colt o los directores de la compañía Avon como Joe Davian, Phil Prince y el propio Costello fueron un buen ejemplo de cineastas que no acostumbraban a acompañar el sexo en sus películas de comedia y buen rollo.

Costello no contó para 'Forced Entry' con un gran presupuesto, pero sin duda lo suplió con un bizarro punto de vista, una trama cruel y un gran trabajo en la realización, llena de asfixiantes planos cortos y de detalle, planos subjetivos e imponentes contrapicados. Todo ello lo acompañó de una ecléctica y agobiante banda sonora y un montaje vibrante y angustioso lleno de insertos, a modo de flashes en la mente del protagonista, de imágenes reales de la guerra de Vietnam.

Al frente del filme, encarnando al desquiciado veterano del Vietnam, está un Harry Reems (bajo el nombre de Tim Long) sin su famoso bigote y sin ese halo de buen rollo que exudaba siempre en sus películas, aquí alejado de sus habituales personajes cómicos. Pero lo cierto es que Reems logra una interpretación asombrosa, dura y perversa resultando en ocasiones irreconocible.

La película arranca, tras informarnos de lo que es el síndrome del veterano de Vietnam, con sirenas de policía, con el cuerpo de Reems en el suelo, inerte y con los sesos asomando por su craneo, y con unos policías haciendo fotos y examinando la escena del crimen. Un clima agobiante que no desaparece a lo largo del metraje, en el que Reems hace de las suyas sin dejar de ver, a cada paso, en cada acto, imágenes de su pasado.

El perturbado acecha a una chica morena a la que ve follar con su marido, el propio Costello, en una escena sexual lamentable y con planos bastante desagradables. Tras la marcha del marido la obligará a chupársela, algo que no le impedirá degollarla con un cuchillo para acabar besándola ya muerta. Pero sólo será el aperitivo. Y es que luego llegará la escena más dura e impactante del filme que no deja nada para la imaginación. Entrará en la casa de Laura Cannon (la más atractiva del reparto y la que mejor actúa), la sacará de la ducha por la fuerza, la obligará a punta de pistola a chupársela y luego la penetrará analmente. Tras humillarla y presenciar sus gritos y lloros, la rajará y acuchillará en repetidas ocasiones, se regodeará en la sangre del cuchillo y la besará. Todo ello con insertos de una ejecución en Vietnam. La típica escena agradable de ver.

Tras el plato principal del delirio de Reems, el ritmo se relaja y presenciamos como un chica en furgoneta recoge a otra joven autoestopista. Ambas paran en la gasolinera que regenta Reems, donde él averigua la dirección de sus víctimas. La dos chicas tienen una escena lésbica sin mucha sustancia (se nota que Costello no le prestó una gran atención a la parte sexual) mientras fuman porros, todo ello ante la atenta mirada de Reems, que deja claro que odia a los hippies repitiendo para sí "Scummy hippies, scummy hippies".

Tras la escena sexual (atención spoilers), Reems volverá a amenzarlas con su arma para violarlas, pero las chicas, totalmente colocadas, se reirán de él, no le tomarán en serio e incluso se acercarán a él, algo que Reems no podrá soportar y, entre más visiones de la guerra, se pegará un tiro en la sien. Un buen final para una película impactante que marcó el perverso camino a seguir para unos cuantos directores que hicieron de los inicios del cine X un espacio para obras provocativas, contraculturales, subversivas y perturbadoras que dificilmente podrían hacerse hoy día.