La palabra wanderlust hace referencia a esa pulsión que nos incita a movernos, a cambiar de ambiente, a conocer sitios nuevos, a aventurarnos a lo desconocido. Y, en el fondo, es de eso de lo que habla esta nueva película de Stormy Daniels, de eso y del desconcierto que supone dejar de ser adolescente y no saber cuál es tu sitio, aun teniendo claro que tu casa no lo es.
Esa sensación de felicidad miedosa que da hacer caso a esa pulsión la representa Daniels en una estupenda secuencia en un tren con la protagonista de la cinta, Rilynn Rae; una escena que, al verla, parece más propia de directores como Graham Travis que de Daniels, abocada al entreteniemiento y, últimamente, en horas bajas.
La película cuenta la historia Riley (Rilynn Rae), que huye de una casa con un padre maltratador y de una relación sin futuro con un delincuente menor y se dirige a Los Ángeles esperando encontrar su sitio. Aunque hace bien su papel de postadolescente miedosa rebelde (sí, se pueden ser las dos cosas), Rilynn no es la que más destaca interpretativamente, dejando ese hueco a los personajes masculinos interpretados por Steven St. Croix y Richie Calhoun, veterano y novato, respectivamente, que lo bordan en cada papel que interpretan.
Se trata de un drama serio, maduro y medido, escrito con mimo y buen ritmo, que ni decae ni se acelera. Daniels (también autora del guión, como casi siempre en las películas que dirige) sabe llevar la historia por un camino bastante realista y creible y, a la vez, introduce bastante bien las escenas sexuales de modo que encajen en la historia y no la interrumpan.
Una de las escenas más intensas la protagoniza el padre de la protagonista, Steven St. Croix, con Brandi Aniston mientras en la habitación contigua Riley les oye follar. Steven demuestra que también sigue en forma en la cama, follando con Aniston sin perder el aliento y masturbando el culo y el coño de Brandi mientras ella (experta en poner cara de guarra) pone en marcha su garganta profunda.
Antes, James Deen ya ha abierto bien la película con Rilynn tras un alegato pro condón muy bien metido (Wicked es el abanderado del uso del condón en el porno americano). Y a Ryleen la podemos ver de nuevo al final con Richie Calhoun en un polvo con menos química que el primero.
Dani Daniels y Lyla Storm juegan ante una webcam por la que el espectador está mirando y, hacia la mitad de la película, Bailey Blue y la tremenda Christy Mack se montan unas estupendas dobles parejas a las que sólo le falta un poco de juego conjunto.
Y tras el sexo y todo el embrollo, cuando se acerca el final y parece que Stormy Daniels la va a fastidiar (como hacen muchos) con un tercer acto y un clímax demasiado corto y precipitado, esa brevedad resulta perfecta gracias a la valentía de darle a la película el final que requería. Es cierto que un verdadero tercer acto más trabajado le hubiera dado más empaque a la película; pero la verdad es que encaja en el estilo de Daniels, a la que (casi) nunca le ha gustado hinchar sus películas para pretender ser más de lo que son. De lo mejor que ha hecho Wicked Pictures esta temporada.
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