La nueva etapa de Digital Playground arrancó con esta cinta dirigida por Keiran Lee, actor habitual de Brazzers y cada vez más de Digital Playground ('Skip Trace 2'), que debutaba tras las cámaras con una historia de vampiras. Y lo hacía bajo el amparo de Digital Playground, pero sin las chicas DP, como casi todas las nuevas producciones de la compañía. La sensación del momento, Bonnie Rotten, encabeza el reparto de esta película sobre tres chicos a los que se les estropea el coche durante la noche de Halloween y a los que una chica (Rotten) recoge de la carretera e invita a su fiesta de Halloween: una juerga en una mansión repleta de atractivas mujeres.
El inicio promete. Un buen look, una buena introducción y un paseo inicial por la fiesta que hace la boca agua. Y continúa bastante bien, con los tres chicos cayendo uno a uno entre las piernas de las chicas para acabar entre sus colmillos. Pero no está bien resuelta. Cuando se podía haber buscado un final con un poco de emoción al llegar dos chicos más a la fiesta, Lee simplemente repite la misma fórmula que con los otros tres y termina así la película.
La cinta funciona igual gracias a su look, a sus chicas y a una estupendas escenas de sexo duro; pero un poco más de ambición argumental la hubiera hecho una de las mejores cintas X de vampiros de los últimos años.
Pero Keiran se centra en plantear una historia sencilla y efectiva, darle a todo un look atractivo y trabajarse unos cuantos planos de lucimiento para enmarcar su objetivo principal: crear cinco escenas potentes de sexo con un toque vampírico. Y ahí, sin duda, cumple con su cometido.
Y es que, sexualmente, la película satisface con creces. Aunque las dos escenas del final con Monique Alexander y Nikki Benz (las que menos me gustan y las que menos encajan del reparto) bajan el listón (lo dicho, ahí debería haberle dado más peso a la trama y terminar la película por todo lo alto), las tres escenas sexuales que conforman el cuerpo de la película son para verlas una y otra vez.
Destiny Dixon seduce sin muchos problemas a Mick Blue en su jacuzzi y le pega un polvo en el que la tetuda actriz luce su cuerpo mientras el semental austriaco hace lo que mejor sabe hacer (además de escapar corriendo de los colmillos de Dixon). Por su parte, Romi Rain, la primera en pasar a la acción, tiene una potente escena en exteriores con un actor llamado Clover, luciéndose en el oral para después follárselo con fuerza con mucho perrito, cucharita y desbocándose a lo vaquera.
Pero donde el show alcanza altas cotas sexuales es en la segunda escena de la película, cuando Bonnie Rotten se lleva a Bill Bailey a su habitación para un polvo del que seguro que este actor aún no se ha recuperado. Y es que Bonnie deja claro aquí por qué está siendo la sensación del momento. Una energía desbordante que recuerda a los potentes polvos de Tori Lane en los que dejaba secos a sus partenaires, un goce natural del sexo como el del porno de antaño y las acrobacias y postureos varios bien ejecutados dignos del gonzo más cañero.
Tenemos a Bonnie sentándose en la cara de Bill para que este le coma el culo, chupándole la polla hasta el fondo de la garganta, cabalgándole en distintas posiciones (cowgirl, reverse cowgirl, spoon) sin dejarle ni respirar, recibiendo la corrida de Bill en la cara hasta apurar la última gota e inundando la habitación una y otra vez con un tremendo y orgiástico squirting. Hasta siete abundantes corridas de Rotten (si no perdí la cuenta) se pueden sentir en la escena haciendo de ésta la mejor de la película y un espectáculo digno de recordar y de premio en los próximos AVN.
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