James Deen siempre ha dicho que a él lo que le gusta son los burritos y follar. Y la verdad es que no para de hacer lo segundo ante las cámaras. Y, a veces, acompaña esos polvos con un guión argumental y un poco de interpretación y le salen películas tan resultonas como 'Stockholm Syndrome', un thriller bien diseñado y realizado que, con un poco más de ambición, podría haber sido una gran película.
En el fondo, es lo único que le falta; algo más de ambición que hubiera llevado a Deen a escribir un tercer acto completo y redondo y un planteamiento más pausado y creíble (no hablo de la trama en sí, sino de cómo llega el plan al protagonista). Pero Deen ha hecho lo que ha querido: un thriller sencillo, con ritmo y con mimo en la producción, con un gran trabajo tras las cámaras y tres buenos personajes estereotipados en unas pocas pinceladas a los que dan vida con soltura el versátil y siempre genial Steven St. Croix, la delicada Remy Lacroix y un James Deen siempre creíble, atractivo y enamorado de sus personajes.
Aunque llega tras 40 minutos de metraje y dos escenas de sexo, entramos bien en el plan de Ian (James Deen), secuestrar a Julia (Lacroix), la mujer trofeo de un importante empresario (St. Croix), para sacarle 20 millones de dólares. La idea se la da el socio del empresario de forma demasiado acelerada; pero a partir de ahí todo se desarrolla con buen ritmo, con St. Croix más preocupado por su dinero que por su mujer y con Lacroix (algo perturbada) cambiando de bando.
Como hemos dicho, todo lo vemos tras dos escenas de sexo que nos presentan al matrimonio protagonista. Y es que Julia vive vejada y sometida por su marido de forma consentida, sufriendo humillación a cambio de la vida fácil de su dinero. Así, la película abre con Julia en su casa, que pilla a St. Croix follándose a Kalina Ryu. Le molesta y le duele, pero a su marido le da igual.
Así que St. Croix deja a Ryu en la cama tras su escena y hace que mire mientras obliga a Lacroix a chupársela y a dejarse follar. Son dos escenas crudas sin ser extremas ni demasiado desagradables, pero no muy festivas, la verdad.
Con St. Croix servido en el primer tramo de la película, el resto del apartado sexual es para Deen, que tiene una buena escena con una prostituta (Nina Elle) en un motel mientras Lacroix lo escucha todo atada en el baño. Con la intensidad a la que nos tiene acostumbrados Deen, la escena incluye un breve squirt de Nina, que acabará satisfecha y encontrándose con Lacroix en el baño.
Deen y Lacroix tienen las dos escenas restantes (ambas con beso negro de él a ella): una junto al coche al aire libre, muy pasional y de arrebato al principio, pero luego nada espectacular, y otra en la cama sobre cientos de billetes, mucho menos tensa y más disfrutable.
Todo acaba más o menos como uno espera, salvo por el tercer acto incompleto. Pero, aún así, resulta una película disfrutable y que mantiene a Deen y a su productora entre lo más destacado del año. No pasará a la historia, pero no da la pereza que han dado este año gran parte de los estrenos.
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